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Oposiciones a maestros, ¿dónde me estoy metiendo?

Actualizado: 4 ago 2024




Te estás metiendo en el mismo sitio en el que me metí yo y que tantos momentos de querer mandarlo todo a la m* me trajo, pero te aseguro que, si no lo mandas, la recompensa habrá merecido todo el esfuerzo: el trabajo que quieres, con un sueldo digno y para toda la vida.

 

Empecé a preparar mis oposiciones con un preparador en el año 2008, y me presenté por primera vez en la convocatoria de 2009. Ese año suspendí la parte escrita (no era eliminatorio): invertí mucho tiempo en preparar el temario (el que me dio mi preparador era muy extenso, no tenía introducciones ni conclusiones, etc.) y la programación. Cuando llegó el momento de estudiarse los temas ya no tenía tiempo. En aquella primera convocatoria yo era bastante joven, aún no me apremiaba la necesidad de independizarme y de tener mi propio dinero para formar mi propia familia, por lo que aquel suspenso, lejos de provocarme tristeza o frustración, me sirvió para querer mejorar. Todavía tenía fuerzas y ganas.

 

Mi siguiente oposición fue en 2011, pero ya no empezaba de cero. ¿He dicho que no empezaba de cero? Pues no, de cero no, pero cambiaron la legislación y tuve que modificar muchos aspectos del temario y de la programación. Llegaron los exámenes. Y después llegó el día de las notas: en el examen escrito obtuve algo más de un 6 (¡¡¿¿Cómo??!! ¡¡Pero si una compañera que ha caído en otro tribunal y se ha presentado con el temario que elaboré yo ha sacado un 9!!); en el examen oral, 9,1. No obtuve plaza, me quedé a muy poco de conseguirla, y, para colmo, cuando llegué a la bolsa de interinos, tuve la mala suerte de que en otros tribunales habían puntuado mucho más alto que en el mío, así que, tras esa convocatoria no trabajé ni como interina. Esta vez sí me frustré.

 

Me frustré tanto que empecé otra carrera, Filología Hispánica, y no me presenté a la oposición de 2013. Me oxigené durante unos años y, a finales de 2014, vi la luz. Por aquellos entonces estaba trabajando en una librería grande, por lo que llegaban a mis manos muchos libros de didáctica y pedagogía. Empecé a comprar y leer todos aquellos libros, y me elaboré un temario desde cero. La legislación había vuelto a cambiar (yo también me quedé ojiplática: ¡tercera oposición, tercera legislación!). Ese año decidí que no iría a ninguna academia. Fue mi mejor oposición. En el examen escrito obtuve un 8,3 (fue de las notas más altas, ese año no puntuaron muy alto tampoco en otros tribunales) y en el oral un 9,2. Ese año solo había una plaza por tribunal, por lo que, por razones obvias, yo iba con el pensamiento de ser interina, ya que cualquier interino, aunque obtuviera menos nota que yo, podría llevarse la plaza. Cuando acabé el examen oral, me fui algo desinflada por la incertidumbre. Me había preparado mucho y quería trabajar ya, me merecía trabajar. Sentía que ya estaba bien formada. Después de mi exposición oral caminaba por el pasillo con mi desazón hacia la puerta del colegio cuando escuché una voz detrás de mí: era el presidente del tribunal, un hombre serio y distante. Me dijo algo que me animó: «me gusta mucho tu programación y me has gustado mucho tú, me gustan las personas como tú». Aquello me dio fuerzas, salí del colegio con cierto júbilo. Llegó el momento de la apertura de las bolsas. Para mi mala suerte dieron pocas vacantes, aquel curso (2015-2016) no podría trabajar, pero el siguiente (2016-2017), sí. No me desesperé, descansaría de estudiar oposiciones durante aquel año. El 2016-2017 sería mi curso. ¡Por fin!

 

Acabó el curso 2015-2016 y esperé las vacantes con mucha ilusión. Ilusión que se desvaneció cuando las vi. Habían dado menos vacantes a Primaria para añadir una nueva área en el sistema educativo: Francés. Admito que ya estaba desesperada… Estaba tan preparada..., tenía tanto que ofrecer a un colegio… Me quedé sin fuerzas… Tardé en recomponerme…

 

En septiembre de 2016 me encerré en casa, frustrada y abatida, para estudiar oposiciones nuevamente. Pero en noviembre, cuando ya llevaba varios temas estudiados, recibí un mensaje: «se cancelan las oposiciones de 2017 para la especialidad de Primaria». Aquello era una gran noticia, ya no habría oposiciones de mi especialidad hasta 2019, y yo seguiría en mi posición en la bolsa (las bolsas solo se reordenan después de una oposición): estaría de las primeras para cuando empezaran a llamar de nuevo a aspirantes. Así fue, en el primer trimestre del curso 2018-2019 me llamaron para trabajar por primera vez. Aquel año de mudanzas y estudio fue duro: tres destinos diferentes, seis mudanzas (y mucho tiempo sin trabajar entre destino y destino). Durante el curso 2018-2019 mi vida se limitó a trabajar y estudiar.

 

Y 2019, ¡por fin! (ahora sí), fue justo conmigo: obtuve plaza (sin apenas tiempo de servicio: entre unas cosas y otras, hasta marzo, que fue cuando salió la convocatoria, solo había acumulado tres meses y algo de experiencia). En verano, después de la gran noticia, me encontré por la calle con la presidenta de mi tribunal. Le pregunté si se acordaba de mí y me dijo que sí. Estuvimos charlando más de una hora. Me dijo que yo había sido la opositora que más le había gustado. ¡Cuánto me reconfortó aquello!

 

Opositar es duro, y habrá momentos de desesperación en los que será difícil encontrar razones para seguir dando tu 100%, por eso es necesario estar motivado para no rendirse. Yo distribuía algunas recompensas a lo largo del curso, alguna breve parada para recuperar fuerzas, también compartía mis avances con mi pareja y dejaba constancia de mis progresos tachando en una lista las tareas que iba finalizando. Asimismo busqué inspiración en vídeos y libros. Todo lo que fuese generar pensamientos positivos eran bienvenido.

 

Yo soy bastante solitaria estudiando, pero hay personas a las que les gusta la compañía en los momentos de estudio. Si es tu caso, rodéate de personas con tu mismo objetivo. Compartir el camino con gente que está en tu misma situación es algo que puede sumarte muchas cosas positivas. Las metas unen a las personas. Dicho esto, se debe tener en cuenta la toxicidad que, a veces, rodea al proceso de oposición y a algunas personas. A lo largo del camino, encontrarás a gente que ha tenido malas experiencias opositando, a gente que tiene la esperanza perdida, a gente que simplemente es negativa y que dedica gran parte del tiempo a quejarse de todo, a compartir verdades a medias, bulos… Por ello, aunque estés en redes sociales —que vienen muy bien para estar informado y no sentirse solo— no te distraigas con estas situaciones, sé crítico y no dejes que influyan en tu estado de ánimo. Focaliza siempre en lo importante: tu trabajo personal. Y, ante cualquier duda, consulta siempre una fuente fiable.

 

La oposición a maestros no es un proceso 100% objetivo y, por lo tanto, tampoco es siempre justo con todos los aspirantes. Esto no podemos cambiarlo, y gastar energía quejándonos solo aportará negatividad y hará el estudio desagradable. Céntrate en todo lo que sí puedes controlar: el número de temas que vas a estudiarte, el trabajo sobre supuestos prácticos que estás realizando, la calidad de tu programación didáctica, tu exposición oral, el baremo, etc. Todo esto también influirá en tu resultado de manera considerable, y es lo único que puedes cambiar y mejorar. Siempre habrá aspectos mejorables en el sistema que no dependerán de nosotros, por eso tu papel como opositor se debe centrar en adaptarte de la forma más inteligente posible al sistema al que te enfrentes, sea el que sea, para poder conseguir tu sueño.

 

Por último ten en cuenta algo muy muy importante. La oposición no siempre sale bien, incluso cuando se hace todo lo que se debe hacer. Por eso hay que ser fuerte mentalmente y estar preparado para cualquier resultado. Llegado el momento de un posible resultado negativo, sería fundamental analizar las razones por las que no lo has conseguido. Puede que te haya faltado un poco de suerte o que el sistema no haya sido del todo justo contigo, pero recuerda, esos aspectos no dependen de nosotros y no debes obsesionarte con ellos. Pero también puede que sea por otras razones: tendrías que comprobar si has cumplido tus objetivos iniciales (los cuales estableciste conociendo tus circunstancias), si has empleado todo el tiempo que te propusiste, si tus conocimientos son adecuados, si hay algún punto débil que conocías y en el que no has trabajado, etc. En este sentido, ser honesto contigo mismo será una herramienta para gestionar tu frustración. Si has cumplido lo propuesto, deberás estar satisfecho, porque habrás tenido éxito, independientemente del resultado. Incluso en los casos en los que tu circunstancia solo haya permitido un trabajo muy reducido, deberás estar satisfecho si has cumplido todo lo que te propusiste inicialmente.

 

Intentarlo dando tu 100% ya es éxito, independientemente del resultado.

 
 
 

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